El magnetismo es una fuerza invisible que sólo puede detectarse por el efecto de atracción que produce entre dos o más cuerpos. Si el efecto es permanente, los cuerpos reciben el nombre de imanes, y en caso de que el efecto sea producido por la circulación de una corriente eléctrica por un conductor, ya sea recto o enrollado en forma de bobina, se llama electromagnetismo, y al dispositivo se le llama electroimán.
El término magnetismo se debe a que en la época de los filósofos griegos recibía una región del Asia Menor, denominada en ese entonces, Magensia. En ese lugar abundaba una piedra negra o imán, capaz de atraer objetos de hierro y comunicarles por contacto un poder similar.
A la propiedad de atraer los cuerpos se le llamó magnetismo. Aunque en el siglo VI antes de Cristo se conocían un cierto número de fenómenos magnéticos, el magnetismo como tema de estudio se comenzó a desarrollar hasta más de veinte siglos después, cuando la experimentación se convirtió en una herramienta esencial para el desarrollo del conocimiento.
En la antigüedad también se observó que un cuerpo magnético puede comunicar su propiedad al hierro, lo que se conoce como “imantar”. En el caso del hierro, la imantación cesa cuando se vuelve a separar del imán que la causó.
Con el conocimiento del imán natural o magnetita, se logró construir la brújula.
La etapa “precientífica” del magnetismo termina con la aparición de William Gilbert de Colchester, quien se considera como el fundador de la ciencia del magnetismo.
Su último libro presenta sus teorías y trata de encuadrar el magnetismo en el sistema de Copérnico. Uno de sus mayores éxitos fue el de deducir las propiedades de atracción de los polos opuestos y la afirmación de que la Tierra se comporta como si tuviera un imán enterrado en ella.
Producción del magnetismo
En el caso de imanes naturales, o de cuerpos imantados, la corriente que origina el magnetismo es el conjunto de todas las corrientes elementales que poseen los electrones que giran alrededor de sus núcleos.
Ciertas sustancias como la magnetita, los dominios magnéticos pueden orientarse fácilmente, por medio de influencias externas, cuando varios dominios elementales magnéticos se orientan en una misma dirección espacial, su resultante ya no es nula, y el cuerpo resulta imantado, lo que ejerce atracción a otros cuerpos.
Los cuerpos que tienen dominios magnéticos fáciles de magnetizar, se llaman paramagnéticos. Los que resultan difícilmente o imposibles de imantar, se llaman diamagnéticos.
Existe un grupo de materiales como el hierro, cobalto, níquel y ciertos compuestos especiales que son altamente paramagnéticos. Como el hierro es el primero que se descubrió con este comportamiento, estos materiales reciben el nombre de ferromagnéticos.
En cualquier imán existen dos zonas extremas llamadas polos, donde la acción magnética es más intenta. Para distinguir los polos de un imán recto, se les denomina como polo norte y polo sur. Esta referencia está relacionada con el hecho de que la Tierra se comporta como un gran imán.
El principio básico del magnetismo establece que polos de distinto tipo (N-S y S-N) se atraen, y polos del mismo tipo (N-N y S-S) se repelen.
La brújulas indican que los polos del imán terrestre se encuentran próximos a los polos sur y norte geográficos respectivamente, por lo que el polo de la brújula que se orienta hacia el norte terrestre se denomina Polo Norte, y el opuesto es el Polo Sur.
Otra propiedad característica consiste en la imposibilidad de aislar sus polos magnéticos. Por lo que si se corta un imán recto en dos mitades, se reproducen otros dos imanes con sus respectivos polos norte y sur. Entonces, no es posible obtener un imán con un sólo polo magnético semejante a un cuerpo cargado con electricidad de un solo signo.