Seguramente al leer estas líneas usted ya sabe queAaron Swartz era un joven programador que se suicidó el fin de semana a los 26 años.
Quizá ya haya leído de sus múltiples contribuciones a internet y de su activismo digital. Probablemente también se haya enterado que enfrentaba cargos por haber descargado millones de artículos académicos, usando la red del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés).
El ciberespacio se ha inundado de tributos a Swartz y de acusaciones y teorías sobre las causas de su muerte.
Su fallecimiento, combinado con el juicio que enfrentaba, ha abierto la puerta a un intenso debate sobre las leyes, los hackers y el activismo en internet.
(Para ir directo al significado y el debate sobre la palabra hacker y saltarse lo demás,haga clic aquí)
Las leyes
El juicio contra Swartz ha sido considerado por muchos de sus amigos y familares como un «exceso de fuerza legal» contra un activista digital. JSTOR (el sitio del que obtuvo los artículos académicos) primero y MIT después se desistieron de sus acusaciones, pero los fiscales decidieron proseguir con la querrella.
El joven activista se hizo de aproximadamente 4 millones de artículos que planeaba hacer públicos en protesta porque JSTOR paga regalías a las publicaciones y no a los académicos que escribían las investigaciones, limitando así -desde su punto de vista- el acceso a investigaciones de universidades e instituciones académicas de EE.UU.
Ya en 2009 había tenido problemas legales por descargar 20% de la base de datos de los tribunales estadounidenses -llamada PACER – que cobraba ocho centavos por hoja requerida por el público. Swartz aseguraba que al ser documentos públicos los contribuyentes no tenían por qué pagar extra por obtenerlos.
Sus defensores aseguran que arriesgaba hasta 35 años de prisión y multas por US$1 millón por «descargar demasiados artículos gratuitos», algo equivalente a «sacar demasiados libros de una biblioteca». Pero la fiscal, Carmen Ortiz, aseguró que «robar era robar» sean cuales fueran las motivaciones.
La fiscalía empleó una ley de 1984 llamada «Ley de Fraude y Abuso Informático» (ComputerFraud and Abuse Act, en inglés) que da al gobierno poderes para llevar a tribunales a «hackers» (más sobre el mal uso de esta palabra más adelante) que «roben» información, interrumpan o destruyan la operación de una computadora.
La Electronic Frontier Foundation -una organización que vela por la privacidad y libertad en internet- asegura que la base legal de las acusaciones contra Swartz se basaban en que había efectuado un «uso no autorizado» de servicios informáticos.
La organización dice estar preocupada por la ambigüedad del significado de «uso no autorizado», dado que parece aplicarse en forma selectiva. Incluso infiere que es posible que Swartz haya sido el blanco de una severa campaña legal por su anterior rol en descargar documentos de PACER y por su feroz oposición a SOPA, la poco célebre ley contra la piratería digital que la mayoría de los países ha rechazado.
Al llamar al Congreso estadounidense a cambiar las leyes contra los hackers -y las duras penas que conllevan- la Electronic Frontier Foundation dijo: «Seamos claros: ser una persona antipática no es un delito informático».
Pero a veces ser hacker es ser antipático. Lo es porque suele hacer cosas que no siempre son populares. Además la palabra -gracias a medios y películas- ha adquirido una connotación negativa alejada de sus orígenes.
Etimológicamente hablando el término proviene de «cortar o tajar» y fue usado por primera vez hacia el año 1200.
En su definición moderna un hacker es una persona que «adora programar en lenguaje informático y que disfruta un ingenio juguetón». De hecho la palabra hacking viene de la idea de usar computadoras con un «espíritu de exploración y juego, de curiosidad».
El propio Swartz decía: «Sé curioso, lee mucho, intenta nuevas cosas. Creo que lo que mucha gente califica como inteligencia, no es más que curiosidad».
El problema es que la palabra se ha confundido con cracker o hacker de sombrero negro, aquellos que sí buscan un fin malicioso.
En esta gráfica le pedimos a los lectores de BBC Mundo en Facebook que completaran la frase «Para mí un hacker es…» para saber cuál es la percepción que tienen del concepto. La respuesta fue muy amplia y se hizo necesario -a riesgo de simplificar- agruparlas en cinco categorías.
La mayoría optó por llamarlos «expertos» o «genios», aunque es importante acotar que la calificación a veces fue positiva y a veces no. Por ejemplo, alguien podía decir que eran «genios que usaban su conocimiento para el mal» en tanto que otros los calificaron de «genios, casi semi dioses». El común denominador es que fueron considerados expertos.
Las otras respuestas se dividieron entre quienes piensan que se trata de personas malas, aquellos que los ven como héroes o libertadores, quienes siguiendo la definición más clásica los ven como curiosos innovadores y aquellos que se los imaginan como personas holgazanas sin nada qué hacer.
La definición y las percepciones importan porque a veces son la base para hacer leyes o son las que inclinan la balanza de la opinión pública.
El activismo
Además de ser un hacker, Swartz era un activista digital, una persona que luchaba firmemente por lo que creía y realizaba acciones para demostrarlo. Uno de los creadores del RSS y de Creative Commons y un fuerte opositor a SOPA.
Sus amigos más cercanos han dicho que con su muerte el mayor perdedor es internet. Aseguran que la red perderá muchas de las cosas que se habrían podido lograr gracias a un activista como Swartz.
Otros han llamado a hacer más activismo que nunca y a asegurarse que la libertad de internet que se disfruta en varios países siga siendo una garantía. Algunos académicos han reaccionado publicando en línea sus investigaciones como un tributo al joven fallecido.
Hay, finalmente, quienes se preguntan si al poner a Swartz en un tribunal se atacaba al hacker o al activista.
Sobre las razones de su muerte se dicen muchas cosas. Su familia ha culpado al sistema de justicia estadounidense por calificar como «criminal a un talentoso activista que lo único que buscaba era difundir información académica».
Otros han recordado que sufría de depresión, un problema que había reconocido públicamente.
El escritor Cory Doctorow -amigo de Swartz- escribió en un texto muy recomendable y lleno de elogios para el hacker: «Cualquiera que haya sido el problema que enfrentaba Aaron, matarse no los solucionó», y agrega: «Cuando hay vida hay esperanza. La gente viva puede cambiar las cosas, la gente muerta no», antes de decirle al mundo: «Perdimos a alguien que tenía trabajo por hacer y que cada vez que lo efectuaba hacía de este mundo un lugar mejor».
Lo cierto es que a partir de ahora el contrapunto de opiniones entre los defensores de la ley y los activistas de internet será más grande, a menos que como lo pide la Electronic Frontier Foundation, la muerte de Aaron Swarz sirva para que las reglas en lo que se refiere a delitos informáticos sean claras y no un asunto de interpretación.
FUENTE: BBC