Su nombre es Barrett Brown y su caso apenas ha tenido eco en los medios de comunicación y redes sociales. Un día, inspirado por la plataforma Wikileaks, decidió abrir un portal para centralizar datos gubernamentales y luchar por la transparencia; hoy se enfrenta a una posible condena de 100 años.
La página de Brown, conocida como Proyect PM, arrancó en 2009 y dedicó parte de sus esfuerzos a analizar los archivos de firmas de inteligencia privadas que el grupo de ‘hackers’ «Anonymous» saboteó, como la compañía Stratfor, a la que también accedió la plataforma de Julian Assange y entre cuyos clientes están las Fuerzas Armadas estadounidenses o compañías como American Express o Goldman Sachs.
Pero Proyect PM no se dedicaba al pirateo informático, sino que centralizaba la información que otros ‘hackers’ habían hecho pública y analizaba sus contenidos.
Brown comenzó a hacer apariciones televisivas para hablar sobre aquellos «papeles digitales» y algunos lo tacharon de portavoz de la organización, algo de lo que más tarde se quiso desvincular.
Apenas un año después de empezar a analizar los datos de los documentos obtenidos por los piratas informáticos, a principios de 2012, el Buró Federal de Investigaciones de EEUU (FBI) procedió a registrar la casa de Brown y confiscó varios de sus objetos personales, entre ellos su ordenador.
El joven, que se había dedicado hasta entonces al periodismo de investigación, decidió colgar en Youtube varios vídeos en los que contaba lo ocurrido con los agentes federales y amenazaba a uno de ellos de manera directa. Fue la gota que colmó el vaso. En septiembre de 2012, el FBI volvió a registrar su piso en Texas, e hizo lo propio con el de su madre. Acabó arrestado.
Finalmente, Brown fue acusado el 3 de octubre de ese año de tres cargos relacionados con el vídeo en el que amenazaba al agente federal y dos meses más tarde se añadieron a la causa otros 12 cargos federales en su contra por la filtración de los archivos de Stratfor, y otros dos más por obstrucción a la justicia.
Está recluido en una prisión de Dallas (Texas) desde entonces y esta semana se confirmaron los cargos que pesan en su contra y la pena a la que podría hacer frente: un máximo de 105 años.
Glenn Greenwald, el periodista del diario británico The Guardian que entrevistó al exanalista de la CIA Edward Snowden y filtró primero las informaciones a las que tuvo acceso y que han levantado la última gran polémica en EEUU, también conoce de cerca el caso de Brown, a quien ha podido entrevistar en varias ocasiones.
«Se trata de un periodista», argumenta Greenwald en uno de sus más recientes artículos sobre el joven. «La persecución excesiva del Gobierno de EE.UU. dirigida a activistas de Internet, periodistas, defensores de la libertad y personas similares, están diseñados para aplastar los esfuerzos significativos que desafían su poder y su conducta», escribió.
Según explica el británico, los documentos que enlazó Brown en su portal eran datos sobre los que el joven, de 31 años, quería escribir e investigar.
«Hay muchas razones legítimas para colgar esos documentos, particularmente para un periodista. El hecho de que esta dudosa acusación sea el centro del caso contra él revela el tipo de persecución que existe en su contra», insistió el reportero.
Asociaciones como Reporteros sin Fronteras (RSF) ya han salido en su defensa pero, salvo sorpresa, el juicio en su contra comenzará el próximo septiembre. «Por encima de todo, Barrett fue un periodista de investigación que simplemente hacía su trabajo al revisar los correos de Stratfor, un asunto de interés público», dijo el director de RSF, Christophe Deloire.
Haya incurrido en los delitos de los que se le acusa o no, lo cierto es que el caso de Brown se ha quedado diluido entre las informaciones de los periódicos pese al esfuerzo de otros periodistas y de plataformas como «FreeBarrettBrown», que piden su puesta en libertad.
Mientras tanto, Edward Snowden, el principal artífice de la mayor filtración de documentos clasificados de Estados Unidos, permanece al otro lado del océano a la espera de asilo político en la terminal internacional del aeropuerto de Moscú.
Aupado por infinidad de grupos de activistas y personalidades, así como por el apoyo de varios países de Latinoamérica que ya le han ofrecido su protección, para Snowden existe una esperanza que para Brown ya no.