El gobierno de Argentina quería al hacker Emiliano Kargieman de su lado

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Cuando era niño, a Emiliano Kargieman (argentino, 38) le daban una radio, una tele o una cámara de fotos y la desarmaba. Quería examinar lo que había en su interior. A los nueve años, cuando tuvo su primera computadora, trató de agregarle más vidas a los videojuegos.

De adolescente, comenzó a experimentar para aprender más y, a través de un módem, empezó a ingresar en otras computadoras con el objetivo de ver cómo funcionaban sus sistemas operativos.

En California aprendió lo que es CubeStat, un protocolo de las universidades estadounidenses utilizado para fabricar satélites pequeños y enviarlos al espacio. Quedó pensando en hacer algo parecido en su país.

En esa etapa dos de sus amigos estuvieron presos por aprovecharse de las vulnerabilidades informáticas. Uno viajaba gratis por el mundo luego de descubrir un «agujero» en un software de aerolíneas. El otro ingresó al sistema de defensa de Estados Unidos.

Emiliano también es hacker aunque no en el sentido de una persona que transgrede la privacidad y tiene fines maliciosos contra otros. Su concepto de hacker es cambiar la concepción clásica de la tecnología y buscar hacer algo diferente. Ese ha sido el propósito de su vida.

«La tecnología te la venden con ciertas etiquetas: sirve para esto, sirve para lo otro, podés hacer esto, no podés hacer esto otro. A mí me gusta mirar la tecnología y tratar de ver cuál es el potencial que tiene independientemente de lo que dice el librito», apuntó.

Así, encontró un camino alternativo al de sus amigos: cuando tenía 17 años se profesionalizó de hacker. El director de la Dirección General Impositiva (DGI) de Argentina le dijo a un conocido: «Quiero que armes un grupo de hac-kers que trabaje para nosotros y me cuenten cómo están los sistemas de la DGI en todo el país», recordó. Emiliano fue invitado, aceptó la propuesta y se puso a trabajar.

«Romper los sistemas de seguridad nos llevó un día y después nos pasamos dos años tratando de arreglarlos», contó Kargieman. A los 19 años, cofundó Core Security Technologies, una empresa que desarrollaba software y ofrecía consultoría en seguridad informática. Asesoró a compañías como Apple y Cisco.

Pero un día su vida en la industria informática finalizó. Fue a un centro de investigación de la NASA en Mountain View, (California) para tomar un curso de verano y comenzó a hablar con expertos de la industria espacial. Su vida cambió radicalmente.

Nanosatélite.
«Viniendo de la industria del software(…) empecé a encontrar que había un montón de oportunidades de hacer tecnologías que fueran al espacio, pero usando metodologías y prácticas de ingeniería mucho más nuevas», rememoró.

Así nació Satellogic, un emprendimiento argentino de base tecnológica que logró colocar en el espacio a Capitán Beto, un nanosatélite de dos kilos que fue financiado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de ese país.

Desde hace cuatro meses está en órbita y, según Kargieman, el resultado ha sido «superexitoso». Tiene una cámara para tomarle fotos a las estrellas y una computadora a bordo que envía datos sobre cómo está funcionando, por lo que sus objetivos son más experimentales que científicos y comerciales, contó el hacker.

Tras realizar Capitán Beto, Kargieman se ha dado cuenta que no es tan costoso hacer un satélite. Esto se enmarca en un fenómeno al que llamó «democratización del espacio». «Al hacer estos satélites, que terminan siendo diez mil veces más baratos que los tradicionales, empezamos a permitir que no solo países, agencias espaciales y laboratorios de investigación puedan realizarlos, sino que hasta los propios individuos puedan pensar en construir servicios desde el espacio», manifestó.

Las innovaciones en materia espacial están dejando de ser del dominio exclusivo de quienes invierten astronómicas sumas de dinero, en un mercado que mueve US$ 100.000 millones por año. Un satélite pequeño, como Capitán Beto, puede financiarse con menos de US$ 20.000, contó el experto. Los proyectos «pasan cada vez más a pequeñas y medianas empresas. Hacen hasta cohetes», agregó.

Por eso, en su vida de hacker piensa seguir desafiando las reglas de la industria espacial y retar a las grandes agencias. Hoy en día trabaja en un nuevo satélite, Manolito, llamado así en honor al personaje de Mafalda. Tiene previsto lanzarlo desde Rusia a fines de noviembre y para el año que viene realizará dos más.

«Queremos tener una plataforma de nanosatélites que nos permita brindar servicios desde el espacio», aseguró.

Kargieman piensa que, de aquí a 10 años, el ser humano va a «redescubrir el espacio» como ocurrió en la década del 60 cuando el hombre pisó la Luna. Empleando productos tecnológicos de bajo costo, como los celulares, el argentino quiere ser artífice de ese descubrimiento.

«¿Hace falta tener millones de dólares para hacer tecnología? ¿O si tomamos las cosas que tenemos a nuestro alrededor podemos hacer una nave espacial?», se preguntó.

Perfil de Emiliano Kargieman
Hacker argentino, de 38 años, en sus comienzos estudió Matemática y Filosofía. Luego fundó cinco empresas tecnológicas.

La primera, a los 19 años, fue Core Security Technologies, donde desarrolló software de protección informática y ganó la confianza de clientes como Apple, Cisco, la NSA (Agencia de Seguridad Nacional de EE.UU.) y la NASA. También cofundó Aconcagua Ventures, que se dedica a invertir en empresas de tecnología en América Latina. En 2009 creó Garagelab, una compañía que busca resolver problemas desde un enfoque multidisciplinario, involucrando ciencia, arte, tecnología y negocios.

Dicta conferencias en todo el mundo y visitó Uruguay en el marco del evento TEDx Joven Montevideo, en donde brindó una charla en el auditorio Adela Reta ante 2.000 personas y explicó cómo incursionó en la industria espacial. A su paso por la capital dialogó con El País.

Fuente: Elpais

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